En varios
estudios realizados por el departamento de educación del estado de California
en los EE.UU. (Dwyer et al, 2001; Dwyer et al, 1983; Linder, 1999; Linder,
2002; Shephard, 1997 y Tremblay et. al, 2000) se demostró una relación positiva
entre la práctica de la actividad física y el rendimiento académico. Estos
estudios indican que el dedicar un tiempo sustancial a actividades físicas en
las escuelas, traería beneficios en el rendimiento académico de los niños, e
incluso se sugieren que existen beneficios, de otro tipo, que estos niños
pueden obtener, comparados con los niños que no practican actividades físicas o
deportivas.
También en
Universidades de la Florida, EE.UU desde hace más de 20 años tenían evidencias
que concuerdan con las del Estado de California. En la publicación de Mitchell,
D. (1994). The relationship between
rhythmic competency and academic performance in first grade children. Doctoral
Dissertation. Orlando, FL: University of Central Florida Department of Exceptional
and Physical Education, se estudió la
relación entre la actividad física y la capacidad cognoscitiva. El autor afirma
que se sintió motivado a hacer el estudio después de asistir a dos talleres en
el verano con Phyllis Weikart, profesor emérito en la Universidad de Michigan.
El autor en
la publicación manifiesta su preocupación porque los niños tienen pocas
oportunidades de ser físicamente activos y de desarrollar las habilidades
motoras básicas.
Mitchell
realizó su estudio de 1994 para investigar la relación entre la capacidad
rítmica y el rendimiento académico en los primeros grados. Los resultados
apoyaron una relación entre los logros académicos y las habilidades motoras de
mantener un golpeteo constante. Estos estudios también son respaldados por los
de Geron, E., Intelligence of Child and Adolescent Participants in Sports. In The Child and Adolescent Athlete (Vol. 6). Oxford:
Blackwell Science Ltd. (1996), quien divulga en sus discusiones que la
sincronización de los niños se encuentra relacionada positivamente con los
logros en la escuela, específicamente en las matemáticas y la lectura.
Los jóvenes
que practican alguna actividad adicional a las contempladas en los programas formales
en las escuelas tienden a mostrar mejores cualidades como un mejor
funcionamiento del cerebro; en términos cognitivos, niveles más altos de
concentración de energía, cambios en el cuerpo que mejoran la autoestima, y un
mejor comportamiento que incide sobre los procesos de aprendizaje, según se
afirma en los estudios de:
Cocke, A. (2002). Brain May Also Pump up from Workout. Disponible en: http://www.neurosurgery.medsch.ucla.edu/whastnew/socie
tyforneuroscience.htm, Dwyer, T.; Sall is, J. F.;
Blizzard, L.; Lazarus, R. y Dean, K. (2001). Relation of Academic Performance
to Physical Activity and Fitness in Children. Pediatric Exercise Science, 13, 225-238.,
Shephard, R.; Volle, M.; Lavallee, H.; La Barre, R.; Jequier, J. y Rajie, M.
(1984). Required physical activity and academic grades: A controlled study. In
J. Hmarinen y 1. Valimaki (Eds.), Children and Sport. Berlin: Springer, y los
de Tremblay, M.; Inman, J. y Willms, J. (2000). The Relationship Between
Physical Activity, Self-Esteem, and Academic Achievement in 12-Year-Old
Children. Pediatric Exercise Science, 12, 312-324
Las
cualidades del cerebro que se mejoraron se asociaron a la actividad física
regular y consisten en:
Alto flujo
de sangre que recibe el cerebro.
Los cambios
en los niveles hormonales.
La
asimilación de los nutrientes, y la mayor activación del cerebro (Shephard,
1997).
Cocke (2002)
indica que "tres de los estudios presentados en la sociedad de neurología
en el 2001, sugieren que el ejercicio regular puede mejorar el funcionamiento
cognoscitivo y aumentar, en el cerebro, los niveles de las sustancias
responsables del mantenimiento de la salud de las neuronas".
La función
del cerebro puede también estar beneficiada indirectamente por la actividad
física debido a la generación creciente de la energía a partir del tiempo que
permanecen fuera del salón de clase; el incremento de los niveles de energía en
esta situación puede disminuir el aburrimiento de los niños en el salón,
provocando mayores niveles de atención cuando regresan a recibir instrucciones (Linder,
K. (1999). Sport Participation and
Perceived Academic Performance of School Children and Youth. Pediatric Exercise
Science, 11, 129-144).
Diferente a
las pruebas de medidas, Linder (1999) utilizó un cuestionario para recopilar
datos sobre la actividad física y el funcionamiento académico de 4.690
estudiantes, entre 9 y 18 años de edad, en Hong Kong.
Ambas
pruebas fueron administradas por los investigadores en las salas de clase de
los estudiantes. Cada uno de ellos terminó personalmente su cuestionario,
clasificando su propia actividad física y rendimiento académico. Después del
análisis de los datos, los resultados demostraron una correlación positiva,
pero baja (más para las mujeres que para los hombres), en la cual los
estudiantes que perciben que hacen más actividad física reportan un mayor
rendimiento académico.
En dos
estudios realizados a largo y mediano plazo (reportados por Shephard, 1984), se
compararon a los estudiantes de Bailey de una escuela que ofrecía educación
física por un intervalo de 1 a 2 horas al día, con los estudiantes de otra que
no ofrecía ningún programa parecido y por el contrario se concentraba en temas
académicos. Tras de 9 años, los integrantes de la escuela que realizaban
educación física dieron muestras de mejor salud, actitud, disciplina,
entusiasmo y funcionamiento académico que los integrantes de la otra escuela.
El segundo
estudio trabajó con una escuela primaria en Aiken, SC. Las estadísticas
mostraban a esta escuela en 25% por debajo del rendimiento académico de las
restantes escuelas del distrito.
La escuela
decidió introducir un plan de estudios fuertes en artes (danza diaria, música,
drama y artes visuales) y las estadísticas pasaron del 25% por debajo al 5% por
encima en 6 años.