El deporte, tal como se
entiende en su acepción moderna, desarrolla y fomenta valores positivos , como
son la búsqueda de una mejora,
superación constante, el control de las emociones, el trabajo como ascetas en
la preparación larga y continua para lograr un objetivo no inmediato, la
paciencia, el sacrificio, la constancia, la templanza, la aceptación de la
derrota como el camino claro y duro de la superación, la cooperación con otras
personas para alcanzar el objetivo común,el desprendimiento y la renuncia al
propio bien en beneficio del grupo, el respeto, apreciación y valoración de las
capacidades de los camaradas y aun la de los adversarios, la solidaridad entre los compañeros, todas ellas
cualidades humanas indispensables para alcanzar la madurez necesaria para vivir
socialmente, en una existencia libre, responsable y plena.
En este sentido, puede
considerarse a la práctica deportiva y a la actividad física gregaria como un
espacio de aprendizaje social de las normas de comportamiento y los valores
cívicos de vida en sociedad.
Todo esto es relevante
en la educación de los niños y los adolescentes, ya que a través de dicha práctica
, pueden adquirir una serie de hábitos y de virtudes positivas que son básicas
para su desarrollo integral como seres humanos..
La práctica deportiva genera una experiencia
interior en el deportista, ya sea por las sustancias químicas generadas por el
organismo (endorfinas),como por las emociones provocadas por una práctica de
riesgo, por el cansancio físico que da paso a una sensación de infinitud o por
ser el centro de atención de una multitud que lo contempla emocionada.
Esta vivencia puede ser
calificada de experiencia cumbre (según la expresión de Abraham Maslow ), límite,
portadora de sentido, de realización personal, de autoconocimiento, de libertad
y plenitud
Los grandes pensadores
desde la antigüedad ya lo sugerían, como en los textos de La Política de Aristóteles, y ya aún antes, en La República de Platón en la que dice que el ciudadano bueno,
óptimo, debería pasar por una pedagogía que integrara el ejercicio físico.
El afán de superación de
un deportista proviene de la lucha contra uno mismo, pero también del natural deseo
de superar al otro.
Hay dos factores a tomar
en cuenta: en el atleta la lucha es en contra sí mismo y de ahí radica la
diferencia entre competencia y competitividad. Lo que el deportista ejemplar
busca es ser lo más competente posible en aquella determinada práctica. Esto,
de paso, le llevará a ser excelente y, probablemente, a aspirar a ser mejor que
los demás.
Los valores son el
carácter de la persona y, aunque no se vean, sean intangibles porque no se pueden
pesar u observar, están ahí, dando fortaleza al espíritu para que pueda
desarrollarse en su existencia.
Los valores son para
vivir, para gozarlos. En una felicidad de ser autentico y vivir acorde con su
forma de pensar. . Forman parte de la vida y, a través de la educación, hay que
despertarlos, estimularlos, asentarlos, afirmarlos y fortalecerlos.
Educar en valores
significa realmente ayudar a niños y adolescentes a que puedan descubrir los valores latentes en su conciencia
y en su identidad para darles a ellos consistencia y solidez a través del
ejemplo y del testimonio.
Los valores son
subjetivos, pero reales, y aunque no se pueden aprender de una manera objetiva,
como si fueran datos o cifras, pueden comunicarse de una forma indirecta y
subjetiva.
Se transmiten a través del
ejemplo de vida que lleva un individuo y, la mayoría de las veces, de una
manera indirecta, es decir, sin referirse explícitamente al valor en cuestión.
Ciertamente, hay valores
que nos ayudan a vivir con más plenitud, pero también hay que estar conscientes
y prevenidos de que hay contravalores o
valores negativos, que erosionan gravemente el carácter y que hacen que nuestra
cotidianeidad sea aún más dura y más difícil.
Los valores nos ayudan a
ver el lado bueno, mientras que los contravalores nos pueden hacer desagradable
vivir.
La realidad, en sí
misma, es neutra, parece inexistente, lo que cuenta es nuestra percepción y
esta puede hacer que la supuesta realidad pueda adquirir una
tonalidad, otra o varias.
Los valores se
manifiestan en lo que hacemos o dejamos de hacer, en lo que decimos y en lo que
callamos.
Pero una cosa son los
valores que expresamos que tenemos y otra cosa, bien distinta, son los valores con
que realmente vivimos y accionamos. Para identificar los valores que conducen
la existencia hacia un determinado rumbo, no hay otra manera de investigarlos
que poniendo atención y observando en cómo se desarrolla esa vida. Al árbol lo
conocereís por sus frutos. A través de sus acciones y omisiones, podremos ir
detectando cuáles son los valores reales que hacen mover aquella vida en una
determinada dirección. Los valores son como puntos de referencia que orientan y
dan rumbo a nuestra vida .
En este mundo no hay un
horizonte único. Los humanos podemos dar sentido a nuestra vida de maneras muy
diferentes, para eso gozamos del libre albedrío y eso hace que nuestra noción
del tiempo y del espacio, nuestra percepción, también sea muy diferente. Cuando
afirmamos que algo tiene valor, estamos diciendo que vale la pena dedicar tiempo
y esfuerzo y que este tiempo y que este esfuerzo que estamos dedicando tiene sentido
para nosotros, no necesariamente para los demás.
Mientras que cuando algo
no tiene valor para nosotros, tampoco tiene sentido dedicarle tiempo y
esfuerzo. Hay, pues, una íntima relación entre tiempo, sentido y valores.
Es claro que los valores
nos ayudan a vivir con intensidad nuestra cotidianeidad y, cuando vivimos
coherentemente nuestra vida con nuestros propios valores, nos sentimos realmente
felices. De hecho, se percibe que existe una relación estrecha entre valores y
felicidad. La felicidad para muchos es la vida ordenada, la existencia armónica y
equilibrada. Cuando, en cambio, vivimos una vida en oposición constante con los
valores que sentimos dentro de la conciencia, nos sentimos infelices y vacíos.
El deporte es
confrontación leal y generosa, lugar de encuentro, vínculo de solidaridad y de
amistad.
Puede ser una auténtica
cultura cuando el ambiente donde se practica y la experiencia que se realiza son
abiertos y sensibles a los valores humanos y universales para el desarrollo
equilibrado del ser humano en todas sus dimensiones.
La práctica del deporte,
afortunadamente para esta época, no es sólo preparación para la guerra, sino
que es un antídoto eficaz contra la
pereza y la vida cómoda, despierta el sentido del orden y educa en el examen y
en el dominio de uno mismo, en el conocimiento de las propias posibilidades,
sin jactancia ni pusilanimidad.
En definitiva, el
deporte, bien conducido, puede desarrollar el carácter, contribuir a despejar
el temor y hacer valiente a la persona, a hacerla generosa en la victoria y
condescendiente con la derrota, a tratar a ambas como a dos impostores, afinar los sentidos, dar penetración intelectual
a sus reflexiones y ayuda a fortalecer la voluntad.